Mientras la sociedad evita tocar el tema, el tabú menstrual anda por nuestro cuerpo y se adueña de nuestra ropa interior; la televisión muestra una menstruación de color azul y los productos sanitarios nos invitan a «oler mejor» y a ocultar esos días bajo una capa de químicos y algodones industrializados.
Sumado a eso, aunque parezca increíble la regla también está presente en la política y en la religión, convirtiéndose en un arma poderosa para manejar a las mujeres durante su ciclo fértil, desnaturalizando un proceso biológico, para ocultar nuestra ciclicidad e ignorar un proceso normal. Menstruar genera controversia porque sigue siendo un secreto a voces y se mantiene así para evitar que podamos elegir lo mejor para nuestro cuerpo, debido a que existe un sistema que nos controla con productos desechables, pastillas anticonceptivas y una pedagogía alejada de la mujer consciente y menstruante.
Lastimosamente nuestra cultura se enfoca en el desprestigio al cuerpo femenino, alimentando el odio hacía los cuerpos «imperfectos», que a lo largo del tiempo muchas sufrimos. Y es que el ciclo menstrual y sus fases tienen implicaciones a todo nivel: físico, mental y anímico, por eso al perpetuar la creencia de que el periodo es una enfermedad, lo único que logra es perpetuar la ignorancia sobre nuestra fisionomía y capacidades.
Llegará un día en el que todo cambiará y las mujeres no tendrán que ocultar su dolor por los rincones
Sí al contrario, una mujer conoce cómo funciona su cuerpo, comprende sus cambios cíclicos y cuestiona los tabúes en torno a su periodo, podrá vivir con menos vergüenza y autonomía de su naturaleza femenina, porque aunque la menstruación existe desde el enfoque científico, también es necesario crear conocimiento que exista desde la experiencia personal de cada una para validar el proceso. Si nos definimos desde el insulto, la extrañeza y la carencia, así nos sentiremos en relación con nuestro cuerpo, por eso de nosotras surge el error y es nuestra responsabilidad si deseamos perpetuar el problema.